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Foto del escritorPato Ramón

A 45 años del infierno

“Los que creen que el deporte no tiene nada que ver con la política, o no saben nada de deporte, o no saben de política”.


Una clara frase de Gerardo Caetano, ex futbolista y destacado historiador uruguayo.

Proceso de Reorganización Nacional. Ese era el título que habían impuesto los integrantes de la Junta Militar (Videla-Agosti-Massera) desde aquel 24 de marzo de 1976, que culminó el 10/12/1983, día en que retornó la democracia a la Argentina.


En 1976 cursaba, con 15 años, el tercer año de Perito Mercantil en el I. S. Miguel Cané de mi pueblo, Transito (Pcia. de Córdoba). Tal suceso no fue registrado por los pibes de mi edad, tampoco por muchos mayores que veían con buenos ojos la llegada de las botas. Solo era un nuevo cambio de gobierno, para mí. A la fuerza había sido destituida María Estela Martínez de Perón, Presidenta por la muerte de su esposo, y Presidente, J. D. Perón. Fue un duro golpe de estado maquinado por empresarios y economistas, respaldados por las fuerzas militares.


Del derrocamiento de la Presidenta, recuerdo haberlo leído en el diario de la época, Los Principios, y no mucho más, ya que ni televisión veía. Era pelota y escuela. No había la comunicación de estos días que nos enteramos de cada marcha diaria en el Obelisco. No tenía idea de la política, solo sabía que existían radicales y peronistas en mi pueblo. Ignorando por ello, lo que sería la dictadura más sangrienta que nuestro pueblo padeció, y lo sigue sufriendo, por los tantos compatriotas aún desaparecidos.


Los militares habían asumido en tiempos que la Argentina ya había sido designada como sede de la XI Copa Mundial de Fútbol de la FIFA Argentina ’78, entonces crearon un organismo independiente a cargo de la organización, el EAM ’78 (Ente Autárquico Mundial ’78), con el Gral. Actis a cargo, amigo personal de Videla. Actis, que fuera asesinado por un comando de la misma ESMA, por enfrentamientos con Lacoste (hombre fuerte de Massera). Entonces estos mandatarios (siniestros y todos los descalificativos que le puedan caber), comenzaron a aparecer por todos los medios de comunicación como los salvadores de un país en ruina, con frases como, “Argentina a vencer”, Argentina potencia”, “Los argentinos somos derechos y humanos”, “Unidos venceremos”, “El mundo sabe, cuando Argentina quiere, puede”, y más mentiras tapando lo que nadie había visto ni oído, las personas seguían desaparecido, sin saber el paradero de ellas.



Córdoba presente


Ya en 1978, Argentina estaba convulsionada por el Mundial. Los militares tuvieron la capacidad sádica de unir al pueblo (como también lo hicieron para la Guerra de Malvinas), desviando la mirada hacia el evento deportivo, ilusionándolo por ser campeones por primera vez, cosa que se consiguió. El Mundial se jugaba en junio, y esto tapaba todo: desaparecidos, inseguridad, inflación, once mil empresas quebradas, prohibiciones culturales, exilios, etc. etc. Pero antes que la pelota comenzara a rodar aquel 1 de junio en el estadio Monumental de River Plate (que había dejado de ser el estadio herradura, al haber completado sus tribunas, la hoy llamada Sívori), el 25 de enero del ’78, en la cancha de Talleres, barrio Jardín Espinoza de la ciudad de Córdoba, el local, el equipo dirigido por R. M. Saporiti, enfrentaba en la final del Campeonato Nacional 1977, al Independiente del Pato Pastoriza, Bochini y Cía., logrando la institución de Avellaneda el título, con ocho hombre, un penal inexistente, y un gol con la mano por parte del equipo local. En un partido lleno de dudas y sospechas por el arbitraje de R. Barreiro, con un entorno politizado, militarizado, con Carlos Chasseing como gobernador, Héctor Romanutti Interventor de Facto (Intendente), pero por sobre todos ellos, con un Luciano Benjamín Menéndez, Jefe del III Cuerpo de Ejército, con todo el poder que le adjudicó la Junta Militar sobre diez provincias del país. (Libro “El Partido Rojo”, de Claudio Gómez, libro recomendado, lectura obligada para conocer más verdades).


No solo se definía un campeonato aquella noche del verano de 1978, Talleres, como referente del fútbol federal, era presidido por Amadeo Nuccetelli, a quien un triunfo de tamaña magnitud lo catapultaría como posible presidente de la AFA en la lucha con H. Grondona, y al militar L. B. Menéndez, como posible mandamás del país.


Nada de eso se dio, Talleres perdió, y las ambiciones personales (tal vez merecidas para con A. Nuccetelli), quedo solo en eso, y Menéndez siguió como “Rector de la Universidad”, como se conocía a La Perla, el principal centro clandestino de detención y torturas en la provincia de Córdoba, ubicado camino a Carlos Paz por la Ruta Nacional 20, con casi 3.000 detenidos en aquel despreciable proceso militar.



Mundial 1978


“El Mundial de la Paz”, se atrevió a denominar Videla, con otro día de asueto para el país, en su discurso inaugural del Mundial, flanqueado por un séquito de apañadores eclesiásticos, y Joao Havelange, en carácter de presidente de la FIFA, en su primer Mundial como tal.


Con 1.800 estudiantes secundarios haciendo coreografías en el verde césped, ante más de sesenta mil personas mirándolos, sin imaginar que en tan solo los días que duró en Mundial hubo 50 desaparecidos, con nueve mujeres embarazadas en esa lista, con algunos de esos hijos que siguen siendo buscados.


700 metros eran los que separaban la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), del estadio de River Plate, en donde se estaba realizando la ceremonia inaugural del Mundial. La ESMA fue el principal centro del horror, detención y tortura de la dictadura. En sus alrededores dos militantes, Rubén Alfredo Martínez y Celestino Omar Baztarrica, repartían, cual French y Beruti, folletos, denunciando el horro oculto que se estaba viviendo a mano de los militares. Protagonistas estos que finalmente aparecieron en esa lista de aquellos cincuenta desaparecidos durante el campeonato Mundial.


En la misma ESMA se escuchaban los goles que nuestra Selección Nacional convertía en la fase de grupos. Los goles que gritaban todos, de manera perversa, detenidos y torturadores. Como si el fútbol por ese mínimo instante hiciera hacer olvida el dolor de las picanas; como si esos minutos de goles les daban un recreo a las maniobras del horror por parte de los torturadores sobre los detenidos. Después todo volvía a la triste y penosa realidad.


A 40 cuadras del Monumental, en la Plaza de Mayo, las Madres de los desaparecidos ya habían comenzado con sus marchas, que siguen en la actualidad. Esa situación fue registrada por un periodista holandés, Frits Jelle Barend, quien había venido a cubrir el desempeño de su selección en el Mundial. Sus imágenes fueron las primeras que llegaron a Europa de lo que estaba sucediendo en nuestro país, respaldando las ausencias de algunos futbolistas que no quisieron venir a jugar, por algún temor de lo que estaba sucediendo en la Argentina, y que todos, el pueblo, desconocíamos.


Johnny Rep, aquel delantero holandés, antes de salir a la cancha para disputar la final, declaró que, “teníamos miedo de ganar, no sabíamos si el partido podría terminar”. Sabiendo, además, de la visita inesperada de Videla junto a Henry Kissinger al vestuario peruano antes de la goleada de Argentina por 6-0, que nos posibilitó jugar la final ganada.


Hasta el jugador Osvaldo César Ardiles, unos de los intelectuales de aquella Selección Argentina, manifestó, con conocimiento de lo que estaba sucediendo, sobre las consecuencias de cada gol de nuestro equipo nacional. “Por un lado sentía que el gol aflojaba acaso la furia de los torturadores. Pero a la vez, el mismo gol serviría para alargar la dictadura”.


El dolor de las familias se multiplicaba por las desapariciones diarias. Tal el caso de los Morresi. Claudio Morresi ex jugador de Huracán, Vélez y River, sufrió la desaparición de su hermano Norberto, en 1976. Claudio Morresi luego sería Secretario Nacional de Deportes.


Héctor Kunzmann huye primero de su Paraná a Rosario, para luego instalarse en Córdoba, sin saber que llegaba a la boca del lobo. El 9 de diciembre de 1976 es detenido y alojado en La Perla. Luego de un par de años, comenzó a “gozar visitas controladas”. En una de ella lo llevan a ver un partido del Mundial ’78, Perú-Escocia, con un gran triunfo de los incaicos. Esa salida no era de esparcimiento, a él lo llevaban a lugares públicos, como a otros “veteranos de La Perla”, para que marcara amigos suyos, y así detenerlos. Nunca delato a ninguno. En cautiverio conoció a Mirta, y por su insistencia los represores le trajeron un televisor, blanco y negro, para que vieran la final de Talleres-Independiente. Como una burla sádica más, el televisor fue robado de la casa de Mirta. Kunzmann pudo salir de ese horro y volver a su Paraná. Con más de 70 años está radicado, paradoja del destino, en Córdoba, por pedido de sus nietos.



Futbolistas secuestrados y desaparecidos

Claudio Tamburrini, arquero del Club Almagro, fue secuestrado el 23 de Noviembre de 1977, y llevado a la “Mansión Seré”, otro de los 167 centros clandestinos de detención y tortura. Además de arquero era estudiante de filosofía y militante del partido comunista. Él sabía que solo podía salir de ahí muerto, o escapado, y así lo hizo junto a tres compañeros, esposados y desnudos. Tamburrini terminó radicándose en Estocolmo, concluyendo su carrera de filosofía. Recomiendo leer su libro, “Diario de una fuga”.


Antonio Piovoso era arquero en Gimnasia y Esgrima de La Plata en 1973, suplente de H. O. Gatti. Después jugo en clubes de la provincia de Buenos Aires como, Atlético Mones Cazón, Athletic de Azul, Unión de Mar del Plata y Huracán de Tres Arroyos. Fue secuestrado en las Galerías Williams, en La Plata, el 6 de Diciembre de 1977. Estudiante de arquitectura. Sigue desaparecido.


Otro futbolista profesional fue Ernesto David Rojas. Delantero de Gimnasia y Esgrima de Jujuy. La CNU (Concentración Nacional Universitaria) lo asesino el 18 de marzo de 1976, seis días antes del golpe de estado. Había viajado al hipódromo de La Plata con dos amigos, los que trabajaban ahí. Se iba a operar una de sus rodillas con el doctor de Independiente, Miguel Fernández Schnoor. Terminó muerto a balazos.


Hay más jugadores de fútbol víctima del régimen de la Junta, Videla-Agosti-Massera, registrados en el libro, “Deporte, Desaparecidos y Dictadura”.


El recuerdo para ellos: Raúl Brú – Luis Ciancio – Ignacio Cisneros – Ricardo Cuesta – Ricardo Del Río – Daniel Favero – Pedro Frías – Alberto Garbiglia – Juan Carlos Luna – Carlos Manfil – Gustavo Olmedo – Francisco Pana – Hugo Penino – Rodolfo Prestipino – Antonio Piovoso – Eduardo Requena – Carlos Rivada – Ernesto David Rojas y Heldy Santucho.


Se habla de una lamentable cifra de 30 mil desaparecidos. Pero les sumo los exiliados, las familias desintegradas. Los que se perdieron en el olvido, los que se perdieron buscando a los suyos, a los de todos.


Memoria y Verdad, es la que se tiene, es la que se demostró. Pero la Justicia, como casi siempre, llego un tanto tarde, cuando al dolor se lo iba llevando el tiempo. Por fortuna el NO al dos por uno, y a los indultos sancionados oportunamente por otro cómplice del terror, el ex Presidente C. S. Menem, fue contundente, y al final fueron condenados los miembros de la Junta y sus macabros colaboradores. Así pagaron con sus vidas los genocidas de aquella matanza.


El poder que tiene la pelota fue usada, se sigue usando, en las mencionadas ocasiones para distraer y tapar la realidad de una Nación desangrada en las tinieblas.


Finalizo como inicié la presente, con una frase de un tercero sobre la pelota y el deporte, esa a la que a alguien se le ocurrió decirle una de las mayores verdades, “la pelota no se mancha”, y menos con sangre.


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