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  • Foto del escritorPato Ramón

Chau Román

Gracias por la magia.

Mira que en mi casa se hablaba de fútbol, no tienen idea, como en pocos lugares.

La diversidad de opiniones y gustos futboleros era muy amplia, y eso que solo éramos dos hombre, pero el resto de los componentes familiares opinaban, a veces demasiado, je, defendiendo sus posturas, muchas veces sin fundamentos, pero sobreprotegiendo sus colores.


River, Boca, Independiente, Talleres, Instituto y Belgrano estaban defendidos en nuestras charlas futboleras. A veces, y sobre todo mucho tiempo atrás, estaba eso de la doble camiseta, por ser del interior. Entonces estaban las combinaciones de River/Talleres, Boca/Belgrano e Independiente/Instituto, Belgrano/Independiente o Instituto/Boca.


Pero siempre las charlas estaban fundamentadas desde el juego más allá de los colores que nos identificaban, lo que hacía, como premisa, el respeto hacia la idea y respeto de la camiseta del antagonista.


El respeto no impedía que las chanzas por el logro de un campeonato, o por el solo hecho de haber ganado un clásico de verano, hicieran que alguno subiera el tono de las discusiones.


Pero agradezco, por sobre todas las cosas, el no fanatismo, ese cerrado pensamiento que los tuyos solo son los mejores; el no darse cuenta que el otro, equipo en este caso, es superior, son superiores, aún sin declinar del aliento por el color de camiseta que cada uno seguía, y sigue, defendiendo.


Esa capacidad de aceptar que el otros es mejor, superior, que el rival juega bien y lindo, que los tuyos son unos amargos, o que tu DT no sabe plantear los partidos; haber aprendido, aceptado e incorporado a mi cultura futbolística la capacidad de tolerar, considerar que puede haber algo mejor que lo de uno, todo eso, repito, hizo que pudiera disfrutar de los placeres del buen fútbol, aunque los que lo ejecutaran no tenían mi camiseta.


Por eso seré siempre un agradecido de que me hayan enseñado a ver que los pases del gran Bocha Bochini eran inigualables, o la zurda del Beto Alonso dibujaba en cualquier escenario, uno con la roja de Avellaneda y este último con la banda que le surcaba el pecho.


La pegada del Daniel, Willington, era difícil de comparar al igual que la del Pato Gasparini, aquel con la albiazul de barrio Jardín Espinosa, este desde Nueva Italia con la albiceleste.


El Negro Palma era un estratega y ejecutor del juego, tanto o más lo era también Marito Zanabria, los dos desde su Chicago Rosarina entre las disputas de Canalla y Leprosos


Y por más uruguayos que eran, son, el Chiche Sosa y Rubén Paz defendían la calidad futbolística del Río de la Plata con la Celeste de Alberdi o la rayada del equipo de la Academia.


La vieja Beltrán o el petiso Mastrosimone eran ejemplos de sutilezas con la albirroja gloriosa.


Para que nos vamos a detener en El Diego de Todos que con su camisetas hizo que hinchas del Bichito, Catalanes, Napolitanos, Bosteros, Sevillanos y Leprosos se vieran identificados con la gloriosa celeste y blanca que la defendió como nadie, con su magia y sudor.


Como verán solo hice referencia a representantes del mismo puesto, y apenas un puñado, a jugadores que entendían el juego y lo hacían más bello. Desde su lugar en la cancha y representados todos con el mismo número que eran la bandera, los líderes, los referentes de los colores que defendían.


Y desde ese número, y con ese número, que es la máxima puntuación que se le puede dar a un niño en una prueba, es la mayor puntuación que le damos a la chica más linda, a todos los que nombré hicieron demasiados merecimientos como para llevar por siempre ese cifra en su espada. Número que identificaba a los más bueno, como decíamos de chico, número que hacían dueños a los magos de La Pelota.


Cuando un equipo entra a la cancha lo primero que haces es ver quien lleva ese número.


Y ese número no es otro que el 10, la diez en la espalda es todo un símbolo, merecedor para pocos, y orgullosos para los que les sobraba condiciones de llevarlo.


Es la camiseta más pesada del equipo, y a veces da pena ver en estos tiempos quienes la llevan puesta.


Y si de penas hablamos, en estos días, y vaya coincidencia, en este 25 de Enero del 2015 día en que Ricardo Enrique Bochini festeja un año más de vida, tenemos que lamentar, al menos yo, con un profundo dolor y demasiada tristeza, uno delos anuncios que se estaba haciendo esperar y que nadie, si nadie, quería escuchar y aceptar.


Román le dijo adiós al fútbol profesional.


Si, solo Román, no hace falta su apellido o algún sobre nombre.

El solo es Román, como los demás grandes que nombre, y todos los que no testimonie en este escrito.


Él es Román, como aquel es el Bocha, o este es el Beto, como hay un solo Daniel.

Que se puede, que puedo decir yo! (que soy un irreverente e irrespetuoso de la pluma) de lo que es, fue, Román para el fútbol, para el fútbol bello, digo, del otro fútbol está lleno de corredores inoperantes y ejecutores nulos del pensamiento.

No me voy a explayar en sus logros, en la cantidad de copas levantadas en todos los continentes, y con varias camisetas.


Solo resalto la creación de su Topo Gigio (no cierto Macri?) o el invento del caño al revés (no cierto Yepes).


Para que caer en recordar tantos triunfos.


Gracias Román, mil gracias por tantas alegrías y por la belleza que eras capaz de plasmar en cualquier cancha con tu pincel derecho.


A vos también te comienzo a deber cosas.


Estoy triste, y ella ya te extraña.

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