La mascota del Pelado
Cosa de no creer. La pelota lo seguía. Te juro, yo vi cuando lo seguía.
Que jugador que fue el Pelado. Tenía un imán, en las dos piernas, eh. Un par de imanes. La ponía donde él quería, arriba, abajo, junto al palo, en el ángulo. Fuerte, suave, con chanfle, de tres dedos, le daba lo mismo, pero siempre con clase. No le importaban los perfiles, con derecha o con la zurda, mejor aún, ella siempre le obedecía.
La pelota era su mascota, no la llevaba ni bajo el brazo, ni bajo la suela. Ni siquiera la llamaba. La pelota lo seguía, le era fiel.
Sí, lo seguía, era una cosa de no creer. Tal vez no lo pudiste ver, pero si alguno te lo cuenta en una noche de añoranzas, no lo contradigas porque es verdad. Lo seguía, de tal manera, que recuerdo una noche, fría noche después de pasar por las duchas luego de un entrenamiento, y mientas Chichí, su papá lo espera en el Rastrojero, vi como mi amigo salía corriendo, con un horrible gorro de lana en su cabeza, para no agarrar frío, (justamente en su pelada) en esos cuarenta metros que separaban el vestuario de su padre, su hincha número uno; y “ella”, al ver que se iba el Pelado,, increíblemente, saltó de la bolsa en la que el utilero las hacía dormir por las noches, salió con cortos, pero veloces piques, en puntas de casco, por detrás del crack, sin que éste pudiese sospechar algo. Él ingreso a la cabina de la chata, y ella con un gran salto, atlético y genial salto, lleno de plasticidad, cual bailarina del Teatro Colón, se trepó a la caja del Rastrojero. Desde lejos alcance a verla que se acomodaba entre la rueda auxiliar, y unas coreas de la máquina cosechadora que tenían.
¡Qué jugadorazo el Pelado!!!
Mi primer partido con aquella camiseta verde cruzada, lo jugué (bha, jugué), a su lado. Él, como un elegante volante ofensivo y goleador, con la correspondiente 10 en su espalda, imposible de confundir, pero tal vez comparable con el Matador Kempes. Yo, a su derecha, picando piedras y sin poder agarrarla, como un olvidable volante central, rustico, y casi parecido (en muchas de sus peores cosas) al Flaco Lamadrid.
¡Cómo jugaba el Pelado!
La rompiste en La Gloria, dejando los mejores recuerdos. Los llenaste de goles y fútbol a los gringos del barrio Alberione. Se paraban ‘pa aplaudirte. Valía la pena pagar una entrada para verte jugar. Entrabas a la cancha con un, casi seguro, medio gol en cada botín. Y cómo no referenciar tu manera de cabecear. Un verdadero torpedo hecho pelota salía de tus parietales al momento de impactarla, y ella, obedientemente, era depositada en el fondo del arco, luego de un camino inalcanzable para los unos, que solo hacían de partener.
Pelado querido, nunca podría referirme hacia vos diciendo, ¡que pedazo de jugador! Porque fuiste un jugador entero, completo, no te faltaba nada, te sobraban virtudes, las que otros padecíamos de insuficiencias. Me hacía un nudo en los entrenamientos queriendo imitar esas gambetas indescifrables que vos con tanta naturalidad y elegancia, hacías. Jamás pude poner la pelota en el huequito de la nuca con la facilidad que vos lo exponías en ese circense movimiento. A los sumo, le pegaba con la espada, pareciendo ser una instantánea del jorobado de Notre Dame.
Con todos esos malabares, con ese cariño que le tenías… ¿¡cómo no te iba a seguir como una fiel mascota aquella pelota!?
¡Gracias Pelado querido! Por tu magia, por tu plasticidad, que ni siquiera necesitabas estar con los pies en la tierra para inventar una acrobacia irrepetible, y por nadie alguna vez imaginable.
Goles y más goles. Gambetas y más caños. Sombrero por acá, freno, y un nuevo arranque para allá, para que tus desairados marcadores solo vieran alejarte mirándote el número, sin importar si era el 9, el 11, o el mítico número 10 que tan bien te quedaba.
El Pelado Daniel Zagonel, un gustazo que me dio la vida. A mí, al resto de sus compañeros, a los que lo iban a ver, y a ella, su mascota “seguidora”, su preferida, su amiga La Pelota.
¡Cómo no te iba a seguir!, si la tratase como nadie más pudo hacerlo después.
3/2020
@patoranon6
Pato Ramon
pato__ramon
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