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  • Foto del escritorPato Ramón

El maltrato, mi combustible

Me dejaste afuera del Mundial ’78, entonces fui, hacía levantar a los argentinos a las 6 am, y te gane el Mundial ’79. Ooooooole, gritaban los nipones.


El Abuelo, el Chueco, y demás matones, nos apretaron en La Candela de Boca. ¿Qué quieren?, bueno, ahí tienen el Metropolitano ’81. Olé, olé, olé, olé, olá, vale diez palos verde…, coreaba la #12.


Nunca me quisieron, me dieron la hepatitis y el tobillo quebrado por un vasco, ni siquiera fue un español. Les deje 38 goles en 58 partidos, una Liga, una Copa del Rey, y una Supercopa de España. Chau Furia Roja. Oooooooleee…


Claudio Gentile me pegó tanto en el Mundial ’82, que me hizo calentar. Me fui a Italia, puse de rodillas a la Juventus C, y a sus ACF Fiorentina y Piacenza Calcio. Te dije, no me jodas, no te metas conmigo, porca miseria.

El Norte nos ninguneaba, a nosotros, los napolitanos. Para ellos éramos africanos del norte. Entonces les refregué en la cara cinco títulos (2 Calcio, 1 Copa Italia, 1 Supercopa Italia, y 1 Copa UEFA). Olé, ole, ole, ole, Diegoooo, Diegoooo…


Alfonsín/ Rodolfo O’Reilly, no querían que fuera al Mundial ’86 mediante la destitución de Bilardo. Pero fui y le traje la Copa del Mundo para que la vea y disfrute toda mi Argentina desde el balcón de la Casa Rosada. Y todo el pueblo, cantó, Marado…Marado… Con el puño apretado, Barrilete Cósmico, Argentina 2, Inglaterra nada (nada de nada).


Con la tropa desgastada, muy castigada por las patadas de los cameruneses, quienes nos ganaron y nos dejaron groguis, tambaleantes, pero no caímos y pasamos de ronda. A bidonazo limpio, y con el vuelo del Pájaro, chau brazucas. A los tanos, in faccia, in casa tua (en tu cara, en tu casa), los corrimos del San Paolo (ahora mi estadio). La FIFA no entendía nada, entonces nos mandaron a Quico, Rondamón y Ñoño, para que nos dirigieran en la final. Perdimos con una buena Alemania. Perdimos por un ¿penal? para ellos, y un no penal para nosotros (Calderón). Nuevamente Héroes para los argentinos que reventaron otra vez la Plaza de Mayo, y cuanta plaza existía en mi Patria. Otra vez al balcón de La Rosada, ahora con el patilludo riojano. Todos sabían la canción, Un’Estate Italiana, “…noches mágicas, y siguiendo un gol, bajo el cielo de un verano italiano…”.

Ciao Italia, grazie de tutto Napoli. Arrivederchi.


Poquito en Sevilla. Poco menos en Newell’s, pero mucho amor de ida y vuelta.


Desfilábamos en el campeonato Mundial ’94, pero me cortaron las piernas, en un control que fue catalogado nulo. Grondona así también lo quiso para poder cuidar su sillón en Suiza.


Boca, y el final para que Riquelme comience a ser Riquelme. Entonces le cedí la #10.

Chau fútbol, gracias por todo. La pelota siempre a mí, la pelota siempre al #10. Esa pelota que no se debe manchar.


Llegaron los homenajes. Me pusieron un sillón en cada cancha, de esos sillones que supe ganarme por ser popular, por no traicionar los colores. Nunca fui público. Esos sillones que me supe ganar por querer a mi bandera, y defenderla siempre. Confortables y merecidos sillones, no como el sillón del ferretero.


A veces fui Pelusa.

Muchas otras Diego.

Siempre Maradona.

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