La mayoría de los televisores en nuestro país emitían sus trasmisiones en blanco y negro, la novedad de las pantallas a color no habían llegado a las masas futboleras. Por tal motivo, y en pleno Campeonato Mundial de Fútbol, año 1978, la recomendación de la FIFA era muy explícita con los colores de las vestimentas que debían llevar los jugadores de las distintas selecciones.
Como la gran mayoría de las selecciones usaban, usan, camisetas lisas, digo, sin bastones o rayas, se recomendaba, previo acuerdo antes de ingresar a la cancha, que uno de los equipos jugara con un atuendo oscuro y el rival con uno claro, siempre teniendo en consideración que la televisación era en blanco y negro y los televidentes no podrían distinguir si uno jugaba con una camiseta roja y el otro con una azul, las dos eran oscuras. En la cancha no había problemas, repito, el tema era para el que lo mirabamos por la tele.
Un 10 de Junio, pero de aquel 1978, ocurrió lo inesperado. En la subsede de Mar del Plata se enfrentaban Francia y Hungría, que integraban el mismo grupo que nuestra selección, pero ya sin chances de clasificar a la próxima ronda ninguno de los dos equipos europeos.
El equipo húngaro tenía como camiseta una totalmente roja con vivos blancos y verdes. El equipo galo había usado durante todo el campeonato su clásica camiseta azul francia, y lo debía volver a hacer en su tercera presentación. Pero, por esas cosas de la poca comunicación, los utilero de ambas delegaciones solo llevaron al estadio el equipo alternativo que era totalmente blanco, por lo tanto, al ingresar al campo de juego, se dieron cuenta que las dos selecciones estaban vestidas con el mismo atuendo, veinte jugadores de blanco.
Sería imposible jugar así por la confusión que esto traería a jugadores, al árbitro brazuca Coelho, y a los millones de televidente.
Ya ni siquiera la televisión importaba, el tema era buscarle una solución inmediata, había que conseguir un juego de camisetas para que una de las dos selecciones usara y se pudiese desarrollar el encuentro.
La solución apareció de inmediato cuando alguien dijo que el Club Kimberley era lo más cerca que estaba y prestaba un juego de camiseta de su club.
Fue así que aparecieron las camisetas del “Dragón Verde”, blancas con bastones verdes, para vestir a los jugadores de la selección francesa.
Fue entonces que pudimos ver a Platini y su equipo, con el moreno Trésor, Lacombe, Bosis, disfrazados de Kimberley para que fueran dirigidos por el galo Michel Hidalgo.
Varios de los jugadores “de Kimberley”, llevaban un número en la camiseta y otro en el pantalón, ya que acá la numeración era hasta el 16, y la lista mundialista se extendía hasta el 22. Por otra parte, Francia fue la única selección que utilizo a los veintidós integrantes.
Para muchos hinchas de Kimberley, presentes en el estadio Minella, la sorpresa era mayúscula, no creían lo que veían. Sus colores vestían a los crack franceses. De alguna manera su equipo, Kimberley, que hoy transita el Federal B sin pena ni gloria, estaba disputando... ¡¡¡ un partido de la copa del Mundo!!!
Michel Platini y sus compañeros, salieron victoriosos de aquel encuentro al ganar 3 a 1 al equipo de Hungría. Este resultado no tenía ninguna repercusión en el desarrollo del grupo, ya que Italia y Argentina habían logrado el pase a la otra ronda.
Pero para el Club Kimberley de Mar del Plata, y toda su afición, será recordado por el resto de sus días por el solo hecho de haber vestido al equipo “Les Blues” en la contienda deportiva más importante del mundo, ni más ni menos que una Copa del Mundo de Fútbol.
Una linda anécdota para recordar a los más jóvenes. Una de las pocas que no estuvo pintada de sangre y luto por los momentos que vivía nuestra Patria a manos de los Militares y su Junta innombrable.
Ojalá que “Nunca más” los utileros olviden sus camisetas.
Esperemos que el “Nunca más” perdure por siempre.
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