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Foto del escritorPato Ramón

Las piernas de la alegría

El destrato casi siempre es gratuito

La felicidad que le ha dado la pelota a la Argentina, bueno, a gran parte de los que la habitamos, no tiene precio. No importan los colores que la visten a esa alegría. Tampoco la tonada de los jugadores. No me molesta aquel destrato, ni siquiera que me digan cabeza de termo, por pensar, y darle tanta importancia al fútbol (el termo, ya que estamos, que sea Stanley, ya que el destrato es gratis, por favor).


Veo al pueblo de Jamaica, y vuelvo a pensar en Argentina. A ellos rápidamente se los ha asociado con la alegría y su despreocupante forma de vivir, siempre al ritmo del gran Bob Marley. Tan parecidos a los brasileros con su manera de transitar la vida al ritmo de las escolas do samba, y las influencias afro.


Ellos, los jamaiquinos, en las últimas dos décadas, solo necesitaron de un par de buenas piernas morenas, ágiles, elásticas, capaces de dar zancadas con la longitud, y velocidad, que nadie ha podido, y difícilmente alguien pueda volver a hacerlo.


Piernas que durante tres olimpiadas consecutivas, consiguieron tanto oro en medallas, como alegría desbordada en las calles de la isla. De manera individual, seis, y colectivas, tres, todas ellas doradas. Todas ellas muy doradas, y sin detenerme a mencionar que varias son record mundiales y olímpicos.


Beijing, Londres y Rio de Janeiro, vieron volar a Usain Bolt, y sus compatriotas, pares de pista, para dar felicidad a un pueblo, con tantas carencias como en muchos lugares de mi país.


Dirán que son alegrías momentáneas. Tal vez. Que importa. Alegrías al fin.


Alegrías que cada jamaiquino recordará al ver correr a un chico, sin ser Bolt, pero también con largas piernas morenas y veloces, tal vez con rastas también, de su casa al almacén, por un simple mandado a su madre.


Alegrías parecidas a las de cada argentino que, cabeza de termo como yo, lo invade al escuchar un gol por la radio, o verlo por la tele. Esa alegría que se siente al compartir un picado con los amigos el sábado a la tarde, aún en una catastrófica y nunca recordada derrota.


Esa es la alegría que nos da la pelota a algunos argentinos. Alegría sencilla, con solo 32 cascos de cueros, en aquellas viejas pelotas.


La misma alegría que aquellas largas y veloces piernas morenas, le daban a los jamaiquinos, al ritmo del reggae, y el ron dorado.

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