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  • Foto del escritorPato Ramón

Los Fotocopias

Los Fotocopias y Japón

¿Si me acuerdo del Negro David? ¡Cómo no recordarlo!


Imposible no tenerlo siempre presente. Hicimos todas las inferiores en la escuelita de fútbol juntos, aunque él era el primer central, y muchas veces capitán del equipo, y yo apenas era el primer defensor suplente que había en la categoría, aunque jugaba poco, ya que el Negro David, y menos el otro central, Santiago, se lesionaban o faltaban. Nunca tenía una excusa para no estar. Ni el, ni su hermano Ricardo, el verdadero crack de nuestro equipo.


Nunca olvidaré al Negro David, ya que fue el único que trascendió de aquella categoría, pero tampoco olvido a su hermano, mellizo, Ricardo, bueno, conocido por todo como el Ricky.


¿Dije mellizo? Más que eso, eran dos gotas de aguas, iguales. Aunque a esta altura más que dos gotas de agua, les aseguro que siguen siendo dos gotas, sí, pero de vino, y tinto a juzgar por el color de su piel. Tan iguales son que desde el primer día que comenzaron en la escuelita de fútbol, los bautizaron como “los fotocopias”. Para que tengan una idea de lo parecidos que eran, son, tan difíciles de distinguir el uno del otro, que hasta a veces ni su padre, luego de largas jornadas de fútbol, asado y jarras, los podía diferenciar.


Los Fotocopias, que jugadores, que personajes, ¡por favor!


Cuando digo que Ricky era la gran figura de aquel equipo, por su calidad técnica, y sobre todo, por su capacidad goleadora, no exagero ni un poquito; y pareciera contradecir con lo que fue David, el que triunfo, quien fue en definitiva el que trascendió futbolísticamente, ya que su salto al profesionalismo fue de una manera vertiginosa, desde la escuelita dónde se inició, y en la que jugo hasta sus quince años, sin escalas, paso a jugar en el fútbol japonés, más precisamente en el club Oita Trinita, justamente de la ciudad de Oita.


Como mi carrera se truncó en el mismo instante en que David daba el gran salto, el que siempre todo jugador de niño quiere dar, es que traje, luego de dedicarme a las letras, este recuerdo, ya que David se ha retirado de la práctica activa del balompié. No así Ricky que sigue desparramando sutilezas y goles en cual cancha pueda pisar.

La historia comenzó cuando la escuelita participo en un torneo en la ciudad de Villa Giardino, y en uno de los partidos en que enfrentaron a un combinado japonés, uno de los DT del lejano oriente se interesó por uno de los Fotocopia. Tanto fue el interés mostrado que, traductor de por medio, mantuvieron una larga conversación con Fredyk Mongiu, quien hacía las veces de representante de los jugadores cuando salíamos a competir a lugares donde casi no nos conocían, pero durante la semana se dedicaba al marcando de las canchas, inflando las pelotas, y todas las tareas que le asignan a los utileros.


Fue así que al regreso de aquella jornada, Fredyk Mongiu, comentó que los japonés estarían dispuesto a poner el dinero que fuese necesario por el pase del goleador de la categoría ’86, que no era otro que Ricky, el moreno delantero que había cautivado a los nipones con su juego, y sobre todo, con sus goles, que bien recalca Fredyk Mongiu, fueron tres los que les convirtió al equipo japonés de Oita.

No fue fácil convencer a Ricky de que estaba ante la posibilidad de su vida, que un pase de esa naturaleza se daba sobre un millón de posibilidades; de que tal vez no estaría en las principales ligas europeas, ni en las revistas o programas de mayor rating mundial, pero que él solo debería pensar que aseguraría el futuro de su familia por varias generaciones. Que no se iba a sentir solo, ya que el “representante”, Fredyk Mongiu, lo acompañaría hasta que se aclimatara; que tal vez no tendría los asados de su padre Ector, y que le costaría el idioma, pero era una cuestión de estar algunos años y después rascarse la oreja de nuevo por estos pagos.


A duras penas pudieron convencerlo, pero solo duro su respuesta positiva hasta que Ricky preguntó, “¿a dónde está Japón?”.


Entonces Ricky, al enterarse que Japón está muy cerca de donde nace el sol, a más 17 mil kilómetros de distancia, y que debería permanecer dentro del avión por más de 22 horas para llegar a su destino, el club Oita Trinita, su negativa fue rotunda, “yo no subo a un avión ni mamado”.


No hubo modo, Ricky se negó terminantemente. No tuvieron manera de que entendiera, de que se tomara una pastilla para dormir, y cuando menos lo pensara estaría con los japoneses.

El mayor problema fue que los japonés habían anticipado el cincuenta por ciento del pase de Ricky, con lo que la escuelita había hecho algunas inversiones, y los padres de los Fotocopias habían cobrado el porcentaje que les pertenecía al jugador (demás está decir que gran parte del mismo ya se había gastado en interminables asados familiares)

Entonces la situación no era muy sencilla de resolver, se había cobrado una importante suma de dinero por un jugador que no quería viajar a Japón, y menos en avión.


Pasaron dos días antes de que se vencieran los pasajes que los japoneses habían enviado, por lo tanto había que dar una solución al problema.


Quién sino el Fredy Mongiu, tan lucido como nunca, se le ocurrió la maravillosa idea de, “si Ricky no quiere ir, ¿por qué no le mandamos al David?, si son iguales, salvo la cicatriz que tiene en el labio, que no creo que los japoneses la hayan observado, ya que tampoco foto de Ricky se llevaron”.


Ni bien le dijeron a David que la solución del problema era él, su entusiasmo fue mayúsculo, y de inmediato dio el okey para reemplazar a su hermano en el equipo nipón, sin antes advertirles que, “miren que ellos compraron un goleador como Ricky, y yo soy un duro central”.


No te hagas problema dijo el, ahora, astuto representante, una vez que pongas la firma, sino embocas una no importa la guita ya la tendremos en tu cuenta.

Dicho y hecho. Los japoneses nunca se dieron cuenta del cambio de jugador, ni siquiera en el aeropuerto a la hora de embarcar y al momento de que David presentara el documento de Ricky. Pero sí comenzaron a dudar de las condiciones del goleador que habían adquirido en aquella jornada en las sierras cordobesas, una vez que David comenzó a merodear las áreas rivales.


El captador japonés, Shinji Kobayashi, a la vez DT del equipo durante los años 2001 al 2003, y quien sostuvo al falso goleador como centro delantero, fue despedido. No era para menos, en tres años David como centro delantero había hecho doce goles en sesenta y siete partidos oficiales, once de los cuales fueron luego de haber pateado veintiocho penales.


Cuando el holandés Han Berger suplanto como DT al japonés, David tuvo mejores partidos, ya que fue ubicado como volante por derecha, pero una serie de lesiones lo tuvieron muy poco dentro de las canchas.

Al año siguiente, 2005, David comenzó a sentirse más cómodo, no solo en el país, en el club, y en la sociedad nipona, ya que comenzó a ser reconocido por la prensa local, luego de que su nuevo DT, el coreano Kwan Hang-Bo, lo reubicara como volante central, como único “cinco”, por lo que se sentía muy desprotegido a la hora de marcar, y veía muy seguido la tarjeta roja.


2005 fue el despegue de este “falso goleador” aunque no hiciera los goles con los que los japoneses se ilusionaron haber comprado. David había encontrado la felicidad fuera de las canchas cuando conoció la bella Miwa Ishihara, nieta no reconocida de Yoko Ono.


A fines del año 2005, David, y con sus recién cumplidos 19 años, se había echo dueño del equipo, más con la llegada de un nuevo DT, el brasilero Péricles Chamusca, que estuvo entre el 2005 y el 2009, coincidiendo con los mejores años de David en el Oita Trinita.


Un combo de situaciones se había dado para que David alcanzara el esplendor de una carrera increíblemente vertiginosa. La llegada del brasilero a la conducción del Oita, hizo que David volviera a ser capitán del equipo, ya que era al único jugador que entendía el carioca y en el que confiaba plenamente.

La estabilidad amorosa que mantenía con la modelo Ishihara, había repercutido muy bien en las actuaciones de David dentro de la cancha, y como si esto fuera poco, había recibido la invitación de la JFA (Asociación Japonesa de Fútbol) para que se nacionalizara, y así, pudiera integrar el seleccionado nipón con vista al Mundial 2006 a disputarse en Alemania.


Todo estaba listo para que David se nacionalizara japonés con todo lo que eso significaría, ¡la posibilidad de jugar un mundial!, no era poca cosa, y eso sonaba muy tentador para un morenito que se fue yendo a Japón solo conociendo el arroz en sus más variados guisos que su madre Graciela les preparaba día por medio.

Pero sucedió algo de improvisto que no estaba en los planes de nadie, y no fue otra cosa que una carta de su padre Ector, en la que le decía que él no estaba de acuerdo con la nacionalidad japonesa, que pensara en qué dirían todos los criollos que vivían en la costa del río, y que sentirían una traición al apellido Romero Arrieta al pasarse a las filas de los karatekas.

La carta terminaba con un P/D de su mellizo Ricky, “te extraño hermano, volve pronto, las noches de fernet y La Mona, ya nos son las mismas sin vos”.


Esto último fue lo que conmovió a David, y paso a ser un jugador de medio pelo. Dejo de ser un jugador sin esa voz de mando que lo caracterizaba, haciéndose escuchar del fondo de la defensa; perdió esa aspereza que mostraba para la marca, y hasta se comentaba que Ishihara lo había comenzado a engañar con el utilero Wang Chu.


No hubo caso, David luego de leer aquella carta ya no fue el mismo. Esas palabras calaron muy hondo en la sensibilidad del moreno defensor.


David regresó a su terruño, a pesar de los ruegos de su novia Miwa quien negaba sus travesuras, y según lo que se comentó en una revista de la farándula japonesa, una nena de apenas un año, la pequeña Yu Oshiro Romero había quedado sin consuelo en Japón.


Ahí anda David, sin euros, dólares ni yenes en los bolsillos, pero con la alegría que comparte con su otra fotocopia, Ricky, el verdadero goleador, en las noches de asado en la sede de la escuelita que lo lanzo a la fama.


Ahí anda David, recuperando noches de fernet y billar en el bar de la Tina.

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