Martín se llama Martín

Se llama Martín

Martín se llama Martín porque el padre le puso Martín, y no porque era el mes de noviembre en el que también, pero en otro noviembre, había nacido Martín Palermo, otro Martín.

Martín se llama Martín porque a la madre de Martín también le gustaba el nombre Martín para llamar a su hijo Martín, y no porque había nacido el 10 de Noviembre, el Día de la Tradición Argentina, en el que también había nacido, pero en otro 10 de Noviembre, José Hernández, autor de otro Martín, el “Martín Fierro”.

Martín se llama Martín porque el padre sabía que algún día sus amigos le dirían Tincho, entonces le tenía que poner Martín para justificar tan ingenioso sobrenombre; Se llama Martín porque a Martin, y con el paso de los años, le gustaría jugar de delantero, a la espera de una oportunidad de hacer un gol, pesquero como otro Martín, el también conocido Martin Pescador, a la espera de una mojarra.

Martín se llama Martín porque nació en el día trescientos catorce del año mil novecientos noventa y ocho, y no porque coincidió con la misma cantidad de días que demoró el padre de Martín para darse cuenta que las peleas de Martin Karadagian, otro Martín, con la Momia, estaban arregladas para que ganara el platinado campeón.

Martín se llama Martín porque cuando nació, entre tías, amigos, y demás parientes, le regalaron 32 chupetes, que coincidieron con los 32 goles que hizo en aquel 1998, el mismo 1998, otro Martin, con la camiseta de la rivera.

Martín se llama Martín porque el padre de Martín sabía que iba a ser varón; porque si su padre hubiese sabido que sería nena, le hubiese puesto Martina, y no Martín.

Martin se llama Martín, porque nació en el mes onceavo del año, Noviembre; y no porque un onceavo día de Noviembre, se celebre el día del Santo de los Soldados, otro Martín, pero de Tours, aquel que regalo su capa para abrigar a un mendigo.

Martín se llama Martín porque la madre de Martín sabía que Martín iba a protestar cada vez que lo quisiera levantar temprano de la cama, a lo que Martín le contestaría, “Tengo un sueño, un solo sueño, seguir soñando”, solo para que lo dejaran seguir durmiendo; y no porque otro Martín, como lo era Martín Luther King, también protestara como Martín, diciendo que también tenía un sueño, pero este otro Martín decía, ““Tengo un sueño, un solo sueño, seguir soñando. Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas”.

Martín se llama Martín porque fue con unos mellizos, los Cabanillas, al jardín de infantes; y no porque otro Martín, Martín Palermo fue a jugar a Boca, justamente, porque estaban otros mellizos, los Barros Schelotto.

Martín se llama Martín porque se sabía que iba a ser tan bueno como para que con el tiempo pasara a ser otro San Martín; y no San Martín de Tucumán, ni San Martín de San Juan, porque Martín, el bueno de Martín, es de otro santo, San Lorenzo, y pensando y escribiendo, tanto tuvo que ver el bueno de Martín, el San de Yapeyú, en la batalla de San Lorenzo.

Martín se llama Martín porque es de este planeta; y no es que se llame Martín por el Dios de la Guerra en la mitología griega, por otro Martín, el Martius del planeta Marte.

Martín se llama Martín porque es demasiado bueno; Martín es tan bueno que su onomástica se festeje el mismo mes de Noviembre que nació Martín, pero el 3.

Martín se llama Martín porque nació en esta bendita tierra; Martín no se hubiese llamado Martín si hubiese nacido en Italia, entonces sería Martino; o en Cataluña, Martín sería Martí. Si Martín hubiese nacido en el País Vaso se llamaría Mattin, Matzin o Mattixa; y si Martín fuese ruso, no sería Martín, sino Мартин.

Martín se llama Martín, porque me gustó, tanto me gustó el nombre Martín, que me gustaría llamarme Martín, como otro Martín, Martín Miguel (de Güemes), para seguir siendo yo y mi hijo en el mismo nombre.