Pasapalabra versus Gol
Electroencefalografista es una palabra que necesita 23 letras para su conformación, y significa, literalmente, que, es la persona que realiza un estudio que detecta la actividad eléctrica del cerebro mediante pequeños discos metálicos (electrodos) fijados sobre el cuero cabelludo.
Posiblemente no haya un sinónimo para palabra tan larga, y tal vez ni la RAE se detuvo a pensar que es bastante complicado la pronunciación de dicha palabra, hasta retenerla mentalmente para el momento de ser utilizada, o que a algunos le provoque sequedad en su boca y se quede sin aliento para seguir hablando.
Como el mencionado vocablo, hay una numerosa cantidad de palabras que necesitan una interminable abundancia de letras que fácilmente podrían ser reemplazadas por algún sinónimos para no terminar transformando tal palabra, en un trabalenguas.
La ya mencionada electroencefalografista (23), tal como, esternocleidomastoideo (22), electroencefalografía (21), electroencefalograma (20), otorrinolaringólogo (19), electrocardiograma (18), electrodoméstico (16), arteriosclerosis (16 letras), y podría seguir ejemplificando con varias más, pero de todas ellas, a quién le produce algo, para qué tantas letras si ninguna de esas palabras te mueve el piso, o te saca una sonrisa; al menos te produjera un gesto o te haría gritar con alguna exclamación, pero no, nada de eso ocurre.
Para qué ese trencito de letras formando largas palabras sino son capaces de conmoverte, de alegrarte, o por qué no, de producirte un instante de pánico, o tristeza. Eso me pregunto, para qué tantas letras sin darte o hacerte sentir algo distinto, las que muchas otras palabras que con solo un puñado de letras, ¡qué digo puñado! con solo tres o cuatro letras le pueden poner condimento a tu vida. Hacerte exclamar de alegría, o producirte un gemido tétrico, o hasta darte la vida misma.
Y si no, repasemos, tomemos notas con algunos vocablos que pese a su escases cuantitativa, producen momentos mágicos, te iluminan la vida, o te saborizan el más desabrido menú vegano.
Enumerando esta vez pequeños términos que produzcan esos efectos, tenemos con tan solo un trío de letras, a la Sal, que sin duda le da el sabor a todas las comidas, dejando a desabridas y largas palabras para otro momento.
Tan poco nos cuesta pronunciarlo, y tan fácil ha sido siempre escribirlo, ya que fue una de las primeras palabras que garabateamos de niño, y no es otra que la palabra Sol, el que tanto nos da. Sin exagerar, la vida misma. Nos ilumina, nos da energía, y hasta broncea a las más coquetas. Sol, sinónimo de vida sin parangón, sin necesitar un convoy de letras encarriladas para formar largas expresiones a las que pocos recurren por su complejidad y tibieza al pronunciarlas.
Que podemos decir del Amor, que no se haya dicho, escrito o expresado corporalmente. Expresión que con solo dos vocales abiertas, y dos consonantes, provocan y producen tremendo tsunami de sentimientos, emociones, sensibilidades, y hasta sufrimientos por aquellos amores no correspondidos. Pero siempre el Amor te ofrece algo, conmueve tu interior, te transforma o ayuda a seguir avanzando. Amor, solo cuatro letras para tantos poemas, promesas y dedicatorias. Porque es así, cortito y al pie, para qué tanto letrerio para algo tan simple y sincero como el Amor.
También están las otras que mucho no expresan como lo son las A, E o Y, de solo una letra. Las de dos letras como Re, Su, Un, El, Mí, que en un texto son muy importantes para poder comprenderlo, pero estoy tratando de expresar otras sensaciones de las palabras breves, busco la transferencia de emociones.
Ave, Tía, Oso, Vez, y muchas más, también son cortos vocablos; a las que sumamos a Ira, Reo, Meo, que por su significado, “y mal comportamiento”, no las voy a resaltar como a las otras que merecen ser ponderadas por lo que producen.
Rey, Uva, Ríe y Vid podríamos utilizarlas a todas juntas en una misma oración relatando algún banquete medieval de fiesta y conquistas logradas.
Y citando esa frase, “conquistas logradas”, se me vino a la mente otra breve palabra que debe ser una de las pocas, sin ser pedante, que pueda mutar para poder ir modificando las sensaciones que provoca a medida que es pronunciada. Y cuando digo modificando, no me refiero al cambio de rumbo de las sensaciones, sino a la intensidad, al aumentativo de ese impacto emocional.
¡Gol!
Solo tres letras para que te hagan saltar de la butaca del estadio.
¡Gol!
Basta una sola vocal encerrada para liberar tanta pasión y tensiones contenidas durante una semana esperándolo que llegue ese desahogo vocal.
¡Gol!
Al que ni siquiera lo viste porque fue al minuto uno del partido, y por haber llegado sobre la hora del inicio, solo lo escuchaste bajando las escaleras, en las bocas de la multitud.
¡Gol!
Y beso, para festejar también con una de cuatro letras.
También están las otras, los Casi Gol, que solo logran que se te detenga el corazón por la situación de angustia que paso tu equipo. U otro Casi Gol para confirmar que el nuevo delantero que contrato tu dirigencia, es solo espuma, y suma más Casi Gol que el recordado Cuqui Silvani.
¿Palabra mutante les había comentado? Y sí, todo dependiendo de la importancia, el lugar, la circunstancia, el rival y un montón de situaciones que se pueden presentar para que ese corto Gol se mude al ¡Goooooooooolllllllllllllllllllllll! que sin importar lo largo que suene, siempre seguirá utilizando solo tres letras, dependiendo de quién lo pueda gritar o relatar.
Viejos y actuales relatores, sobre todo de radios, tienen sus particularidades en la manera, y necesidad, de pronunciar el Gol.
Fioravanti solo alagaba muy poco la L, y seguía con su relato y comentario describiendo los recatados festejos de aquellos jugadores que nada tienen que ver con los de ahora, quienes se señalan el nombre en su espalda, o se levantan la camiseta para mostrar alguna dedicatoria.
Para el Gordo Muñoz los goles tenían casi siempre, una cuota de fortuna, ya que entre el Gol Gol Gol, le agregaba una “i”, que terminaba escuchándose como un Goligoligol ligo ligo ligol, como si tuviese que ver con la liga, la suerte, para concretarlo.
El sensacional e incomparable creador del Barrilete Cósmico, le antecedía, a su Gol, que se veía que no podía ser otra cosa que Gol, el famoso y tan recordado, ta ta ta ta ta ta ta Golllllll. Cómo olvidarte uruguayo si fuiste el que alargabas las eses, las emes y las enes, para referirse al, “Sssiemmmmpre Mmmmaradooonnnna”.
Deje al Maestro Turco Wehbe para cerrar, pasando por alto una larga lista de relatores, y así destacarlo en su pasional canto glorioso y lapidario, que sentencia la felicidad de unos, y la tristeza de muchos otros.
El Turco Osvaldo Wehbe, creador de una nueva vocal que era la mezcla de la A con la O, para gritar un Gaaaaaooooooooooooooooooooolllllllllllllll que quedará en la memoria de todos los radioaficionados.
Así es con la escueta palabra Gol, de solo tres letras, tan gloriosa y antagónica a su archirrival de estos tiempos, y también de tres letras, que no es otra que la despreciable VAR.
Y no me estoy refiriendo al original término Bar, que ésta también es uno de esos cortos vocablos en donde puedes pedir algún trago y gritar bien fuerte el Gol, con tu propio estilo.
Perdón RAE, por menospreciar algunos de sus vocablos, y mis disculpas por querer pertenecer al mundo de los escribidores, ¿así se dice?
Bueno, me siento satisfecho por lo compartido, y que mejor que festejar con reducidas y contundentes palabras como…, ja, ja, ja.
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