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  • Foto del escritorPato Ramón

Rodilla rota

Rodilla rota

**En ese estado ni se te ocurra moverte de casa. Mira cómo te sangra, no sé para qué te sacaste la cascarita. Y no me hagas caritas de puchero, es mi última palabra por más que tu papá te quiera acompañar. Hace quince días que te golpeaste en el playón jugando a la pelota paleta con tu hermano. Te dije, quédate quieto, que te pusieras unas rodilleras por las dudas, pero tú no, porfiado como eres, ni caso hiciste. Antes de ayer te fuiste en la bici, cuando te había dicho que ni la miraras, y de nuevo, ¿qué te pasó, lo recuerdas?, te caíste en la calle arenosa. Ahí tienes tu rodilla pelada. Entonces, ¡ no-te-mo-ves! Mientras tú, junto a tu familia vivan bajo mi techo, se hará lo que yo diga. El lunes comienzan las vacaciones de invierno, termina la temporada, entonces aprovecha y te quedas quieto para sanarte y entretener a tu hermano que invitó a un amigo para quedarse con nosotros los quince días. Dejame que te ponga este polvito cicatrizante, que te seque, y a lo sumo te quedara una cicatriz, pero sin cascara.


-Pero mamá, hoy vuelve a jugar Riquelme después de estar de gira con la Selección Argentina por Europa. No puedo faltar.


** ¿No podes faltar, qué decís? Peeeeeero, faltaba más. ¿Tú crees chico, que Riquelme se va a dar cuenta, con cuarenta mil personas en La Bombonera, que tú no estás? Olvidese hijo. Te quedas a reposar y de paso acomoda tu pieza que es un verdadero quilombo.


-No entiendes nada, ¿no? Seguro que Román se dará cuenta que no voy a estar. Siempre advierte mi presencia, él sabe que nunca falto. Tiene sabido el lugar que siempre ocupo, entonces si me busca y no me ve, no sé si va a jugar como solo él sabe hacerlo.


**Que exagerado que eres Mauri. Aparte al partido lo pasan por la tele, tienes tiempo de acomodar tu pieza, almorzar tranquilo, y recién después comienza el partido. Ah, toma este almohadón para que tengas la pierna levantada reposando, y no andes de aquí para allá.


-Seguís sin comprender ‘ma. A ver vos papá, decile que no puedo faltar a un partido de Román. “A mí no me metan al medio, yo me voy a la cancha, la discusión es entre ustedes”. Ufa, acá siempre se hace lo que ustedes quieren. No tienen idea de lo que puede suceder sino no voy a ver a Riquelme. Justamente yo, soy más que su hincha número uno. ¿Vos viste mamá las paredes de mi pieza?


**Claro que las vi, están todas empapeladas con fotos de Riquelme, y que el mes que viene las tendrás que sacar porque hay que pintar la pieza.


-Ni loco las saco, ni se les ocurra pedirme eso. Demasiado ya estoy jorobado por no ir a la cancha. No tienen idea del sufrimiento que estoy padeciendo. Te imagines cuando Riquelme levante la vista, me busque por todos lados, y no me encuentre, ¿sabes cómo voy a quedar con este faltazo, se imaginan como se puede sentir él?


**A ver, ¿quién te crees que tú eres para decir que ese tal Riquelme no va a poder jugar sin tu presencia?, por favor hijo, hay que ser más humilde. Ni que fueras su guardaespaldas.


Se produjo un silencio eterno de treinta segundos. Esos silencios que solo pueden provocan las madres con el reto a su hijo. Era un silencio de palabras, ya que solo se escuchaban los sonidos que producían el aceite hirviendo del sartén esperando las milanesas de la madre, el tic tac del reloj que estaba en el modular, y el rechinar de sus dientes por la bronca que estaba pasando, y a la vez, maldecía su ensangrentada rodilla.


Eran las 14 pm de aquel domingo, cuando el teléfono sonó por primera vez, una, dos…, diez veces. Nadie lo atendió. Mauri en ningún momento atinó a levantarse de la comodidad de su sillón ya que estaba mirando la previa del partido que Román tenía que jugar.

El teléfono volvió a sonar, una, dos…,


** ¡Mauri, atende ese teléfono por favor, estoy en el fondo del patio! Pregunta quién es y que quiere, si es para mí, dile que después llamo, estoy ocupada ahora.


-No puedo ‘ma, estoy tremendamente lesionado, con la rodilla a la miseria, y no debo andar de aquí para allá, contestó irónicamente Mauri a su madre, muy enfadado por el echo de que no lo había dejado ir al partido de Riquelme, mientras el teléfono dejó de sonar en su decimoquinta llamada.


**Por qué eres así Mauri, te dije que atendieras el teléfono, que estaba lejos, y nada le iba a suceder a tu rodilla si te levantabas a preguntar, al menos, quién era.

El aparato volvió a sonar, más fuerte que nunca, como si supiera que no lo querían atender. Esta vez Mauri se levantó simulando una renguera como si Robin Hood le hubiese clavado una flecha en su rodilla.


-Hola, cómo está usted -contesto Mauri- sin necesidad de preguntar por su interlocutor, ya que reconoció su voz al instante.


-¿Por qué no fui? No sé, tendría que preguntárselo a mi mamá, ya que no me dejó, ahí le paso con ella. ¡Mamaaaaaaaa, quieren hablar con vos!


**Hola, sí, soy la mamá de Mauri, pero, ¿quién habla? Aaaah, disculpe, no lo había reconocido. Sí señor, Mauri no se va a mover de la casa hoy para ir a la cancha, y tal vez por quince días más este inactivo por la lesión que tiene en la rodilla. No, no, de ninguna manera, no trate de convencerme, ni usted, ni lo que me manda a decir Riquelme, que hace tiempo que le viene llenando la cabeza a mi hijo con eso de que para él, mi hijo es, in-dis-pen-sa-ble. ¡Hágame el favor señor! Somos grandes ya, usted sabe perfectamente quién es Román Riquelme, y un jugador tan crack como algunos andan diciendo por ahí, ¿no va a poder jugar un partido sin la presencia de mi hijo? Que a eso se lo haga creer a otra. A mi marido, tal vez, pero no a mi señor, que de esto, se bastante. Pero bueno, sepa usted, Riquelme, y el que se lo pregunte, que mi hijo Mauri no va a ir. Que tenga usted muy buenas tarde, que pueda ver un gran partido, y que Riquelme se quede tranquilo, jugará tan bien como dicen que juega. Adiós.


Por poco no partió el tubo del teléfono con la otra parte del aparato. La mamá de Mauri salió del living echa una fiera para seguir con sus cosas en el fondo del patio. Mauri ya estaba mirando el partido con toda la amargura que alguien puede tener al no poder hacer lo que quería un domingo por la tarde, ir a la cancha.


El noticiero de la noche pasaba el resumen del partido que Boca había perdido uno a cero, de local, ante San Martín de Tucumán. El periodista quería justificar la derrota mientras reporteaba a Juan Román Riquelme preguntándole por su bajo nivel mostrado en la tarde de hoy - estuviste muy errático, la pelota no te llegaba clara, a lo que el capitán respondía, -“nos faltó equilibrio en la zona de la mitad de la cancha. Esta tarde no pudimos, ni supimos, recuperar la cantidad de pelotas como en otros partidos. Me falto compañía, perdimos ese primer pase preciso para poder iniciar la jugada bien perfilado”-. –Y al respecto, Román ¿qué me puede decir de la lesión del ausente de la tarde, que tan grave es? Porque las versiones son muchas. -“Nada serio -respondía Román-, se volvió a caer de la bici, y se le salió la cascarita, pero se va a recuperar, y si él está feli, Riquelme también está feli”.


Al escuchar eso, la madre de Mauri se enfureció, y a los gritos, cara a cara con Riquelme, televisor mediante, le gritaba…

** ¿Pero quién te crees que eres tú, Juan Román Riquelme? andar ventilando nuestras intimidades familiares por la televisión. Yo soy la madre de Mauricio “Chicho” Serna, y el volverá a jugar cuando yo le dé el alta, ¿estamos, Topo Gigio?

4/2020

@patoranon6

Pato Ramon

pato__ramon

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