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  • Foto del escritorPato Ramón

Te lloro Maradona

Actualizado: 23 ene 2021

Capaz que no, pero me parece que el sol ya no brillará en las tardes de domingos con fútbol como lo hacía hasta hoy.


Tal vez no, pero el césped no tendrá el mismo verde, y lo veremos un tanto amarillento por más que lo rieguen en los entretiempos de los partidos.


Imposible que pase, pero seguramente las pelotas tendrán otro peso, y no rodarán como antes, y menos volaran para clavarse en el ángulo de palo y travesaño.


Aún sin perder la voz, ya no se escucharán aquellas arengas en la boca del túnel juramentarse dejar la vida por los colores.


Es el tiempo de nuestro llanto, un llanto que no es de todos, tampoco pretendo que lo sea porque hay que ser agradecido para llorar en estos momentos. Y yo le agradezco. Hay que ser respetuosos con nuestros sentimientos y las lágrimas son nuestra mejor ofrenda.


No es necesario levantar sus banderas, esas que nosotros siempre hemos defendido, esas de sus atributos como jugador, como capitán, como defensor de los débiles, esas banderas que indican sus orígenes, y que nunca los negó.


Tampoco es necesario que se levanten las otras, esas nefastas que muestran sus tropiezos. Porque la verdad, no hay quien se pueda atrever a levantarlas si realmente se miran el interior de cada uno, esos que lo detestan, sin mirar sus propias miserias, que tampoco las pueden esconder.


Habrían muerto varios Maradona. El Cebollita, con todos sus sueños de campeón de Octava, y jugar un Mundial.


Aquel Maradona del debut frente a Talleres, partido al que fueron más de doscientas mil personas para ver sus primeras gambetas. Ese también no estaría dejando.


Ha muerto aquel Maradona jugador soldado, el que estaba haciendo la colimba, y trajo la Copa Mundial Juvenil Japón 1979. Ese mismo campeonato que me hacía levantar a las 6 am para ir a ver los partidos a lo de mi abuela, y después llegar tarde a las clases de la escuela comercial.


Se habría ido el Maradona campeón del ’81 con los colores de sus amores. Ese mismo Maradona al que le pegaron un voleo y lo hicieron caer en Europa.


El Maradona del Barcelona, donde padeció lesiones y enfermedades, con algunas pocas alegrías. Ese Maradona catalán, también nos estaría dejando.


El Gran Maradona, ese que llego al Napoli para dar vuelta la historia en Italia, y coparle la parada a los del Norte. Ese Maradona endiosado, tanto o más que el propio San Genaro, el patrono de Nápoles. También se nos estaría yendo, ese Tano Maradona.


El Maradona Campeón del Mundo, aquel Barrilete Cósmico, el de la Mano de Dios, y el Maradona del otro “golcito” a los piratas. Nos estaría diciendo adiós.


Ese Maradona que sabe cuánto pesa la Copa del Mundo, escuche que se estaría mudando. Lo mismo que los Maradona de los doping, de los tropezones y caidas; de las proezas de volver una y otra vez, hasta que le cortaron las piernas. También dicen que se estaría retirando.


El del Sevilla, Newell’s, y sus regresos sin triunfos rutilantes de otrora. Ese Maradona ya no lo tendríamos entre nosotros.


Hasta este DT de Gimnasia y Esgrima, ese que parecía feliz de volver a entrar a una cancha, oler el césped, escuchar todas las voces con su nombre, y sentarse en esos sillones de homenajes, rodeado de lobos y caperucitas en el bosque platense. Además, sí, además ese Maradona ya no estaría.


Aquellos Maradona rebeldes, provocadores, que confrontaban con la FIFA, y periodistas; ese que le hacían frente al poder de la camorra, aquellos Maradona desafiantes y combativos, dicen que ya no lo veríamos más.


Se despide aquel Maradona de las mil frases. El de, “se te escapó la tortuga, fiera”. O, “me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”; “yo nunca quise ser ejemplo”, "me encontré con el cartonero Báez". Y tantas otras frases, que no serían, dicen, escuchadas de su boca.


Tampoco aquellos Maradona generosos con cada camiseta que defendió, y sobre todo, la de nuestra Selección Argentina. No volveríamos ver a un Maradona (ni a ningún otro jugador), que sea capaz de hacer que los propios italianos (napolitanos en su Mundial ’90), respetaran con silencio, y no abuchear a su ídolo, nuestro ídolo, enfrentando a su propia Nazionale Azurra.


Hoy lo lloro porque sigo en deuda por tantas alegrías, tantos goles, y sé que nunca se los podría pagar, en ésta, ni en mi otra vida. Lloro agradecido, casi contento, por tantos otros semejantes a mí, que compartirán mi dolor.


Hoy se llora a cada Maradona que nos estaría dejando. Se llora a Maradona en todos los idiomas. Lo lloran los de todas las religiones, los de todas las edades, aún aquellos jóvenes que no lo vieron jugar, pero lo lloran por la transferencia de amor que hicieron sus progenitores.


Importa y duele que ya no se te veré como antes. Importa, (¡y cuanto!), pero que no te vea, no me impedirá llorarte.


Te lloro Diego Armando Maradona, aunque sé que nunca te irás.



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